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sábado, 19 de julio de 2014

Falsas Apariencias

Había pasado tiempo desde el empujón que desencadenó todo. Ella metió la llave en la cerradura con miedo a encontrar algún objeto que hubiera cobrado vida, pero todo estaba inmóvil, frágil, como a punto de quebrarse. Él aún tenía llaves, podría haberlo encontrado, inesperadamente, en el salón,  sentado, con la cabeza entre las rodillas, llorando arrepentido por haberla tirado de la escalera y provocar la pérdida de un bebé no deseado.
Sólo los huecos de la estantería y el espacio vacío de la mesilla donde faltaban sus libros mostraban, paradójicamente,  signos de vida.
Él erraba de una pared a otra de la habitación del hotel donde se ocultaba desde aquella noche. Vivía enjaulado, se castigaba bebiendo, fumando y tomando pastillas a todas horas. Insistentemente, con la obstinación enfermiza que uno se ata a las cosas que le perjudican. Esperando tener el valor suficiente para terminar con su vida.


Los dos sabían que no había sido un accidente fruto de la acalorada discusión. Él había dado una patada a la escalera mientras ella subía.  En el suelo todavía, la foto de su boda atravesada por cristales y en el techo aún, el cable arrancado del que ella quiso colgarse.

Nota: Participación en la web ENTC (Esta noche te cuento) Tema del mes : "...En Aquel Hotel de carretera"

viernes, 2 de agosto de 2013

Un silencio incómodo

Desde la infancia, según mi logopeda, respiraba sólo superficialmente y ese era el principio de mi mal. En cada sesión, trabajábamos la respiración diafragmática, ejercitaba la dicción con piedras en la boca, o con un lápiz  entre los dientes. El objetivo era corregir la disfluencia de mi niñez pero, con la entrada en la adolescencia, ya eran manifiestas mis carencias en el patrón del habla: repetición de sílabas, alargamiento de palabras o silencios entrecortados.
En el servicio militar, mi  sargento, afirmando que era una dolencia puramente mecánica, me hacía repetir, diariamente, las palabras más inopinadas: azafato, bogavante, pasajero, y me daba collejas, según él, para escupir las silabas una a una.

Ahora, en mi primera vista oral como abogado en la audiencia provincial, ejercito mi respiración, relajo los órganos del habla y me concentro en los fundamentos de mi alegato pero, sólo un silencio incómodo sale de mi boca.

Nota: Mi apuesta para el mes de julio en el certamen de micros del Colegio de Abogados. Máximo 150 palabras. Usar obligatoriamente las siguientes: azafato, bogavante, pasajero, audiencia y sargento.