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viernes, 2 de agosto de 2013

Un silencio incómodo

Desde la infancia, según mi logopeda, respiraba sólo superficialmente y ese era el principio de mi mal. En cada sesión, trabajábamos la respiración diafragmática, ejercitaba la dicción con piedras en la boca, o con un lápiz  entre los dientes. El objetivo era corregir la disfluencia de mi niñez pero, con la entrada en la adolescencia, ya eran manifiestas mis carencias en el patrón del habla: repetición de sílabas, alargamiento de palabras o silencios entrecortados.
En el servicio militar, mi  sargento, afirmando que era una dolencia puramente mecánica, me hacía repetir, diariamente, las palabras más inopinadas: azafato, bogavante, pasajero, y me daba collejas, según él, para escupir las silabas una a una.

Ahora, en mi primera vista oral como abogado en la audiencia provincial, ejercito mi respiración, relajo los órganos del habla y me concentro en los fundamentos de mi alegato pero, sólo un silencio incómodo sale de mi boca.

Nota: Mi apuesta para el mes de julio en el certamen de micros del Colegio de Abogados. Máximo 150 palabras. Usar obligatoriamente las siguientes: azafato, bogavante, pasajero, audiencia y sargento.