
No quería perderse el espectáculo de la última salida del sol cuyos rayos, como habían pronosticado los informativos antes del apagón, debían ser ya un potente arsenal radiactivo. Y sobre todo, como todos los días anteriores a la catástrofe, necesitaba comprobar el estado de su amor, al que con toda seguridad, la explosión le cogió haciendo sus malabares al pie del semáforo.
Genial. Doloroso y tierno.
ResponderEliminarSorprendente.
Me lo voy a volver a leer un par de veces más, ya te digo.