
La amenaza se había materializado. Quizás Pisa, o Florencia, quién sabe; pero era un hecho, se había ido. Por un instante, recordó las últimas semanas: el desorden perturbador ocupando toda la casa, no se levantaba de la cama, no le dirigía la palabra, ni se alteró cuando la inquisición llamó de nuevo a la puerta. Callada, llorosa, con el rostro abatido.
Antes de iniciar su viaje, ha hecho pedazos los dibujos iniciales de su primer telescopio, los bocetos y la maqueta, confeccionada en madera, arden en la chimenea, pero es tarde para cambiar las cosas, para rescatarlos de las llamas. Ya no estaba y él nunca sabría, si lo había abandonado por su condición de hereje o porque envenenada de celos, no soportaba su manera de mirar la luna durante horas. Tampoco estuvo muy acertado anoche cuando le dijo que la tierra era el centro del universo y no ella.
Colaboración mensual en la web ENTC, la web del microrrelato.
Galileo no entonó bien su verdad frente a una mujer. Me ha gustado el texto.
ResponderEliminarUn abrazo