No era el mar pero se le parecía. La enorme masa de agua se extendía hasta el bosque infinito. El viento levantaba olas diminutas que rompían en el hormigón del muro levantando espuma de agua dulce. Al otro lado, el abismo de la presa por la que, a una orden suya, empezó a salir el agua a borbotones. No eran las Cataratas del Niágara pero se le parecían. Bajó la cabeza y el matón me vendó los ojos. Escuché el chasquido de sus dedos y sentí de inmediato el frío tacto del cañón de una pistola en la nuca. Parecía un beso pero era una sentencia.
Sin palabras he quedado ¡Qué final! Besos así lejos por favor.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu aportación a ese mar que no era tal.
Saludos.
Gracias Yashira, como siempre un placer tenerte por aquí y ser leído. Abrazos te persigo.
EliminarPantanoso final.
ResponderEliminarY te digo y como siepre matando peña jajaja!!!
EliminarYa sólo falta que le aten un pedrusco, no sea que flote y a alguien le dé por pensar que no ha sido un accidente.
ResponderEliminarMuy bueno, Manuel. Un abrazo
Perfecto encadenado a la propuesta de la SER.
ResponderEliminarUn saludo
Me parece que en esta imitación de cine negro no va a quedar muy bien parado.
ResponderEliminarMe gustó.