Su venganza siguió el rastro de la sangre sobre los copos tiernos que se perdían en la punta de la derramada lengua del glacial, cerca de La Misión, donde María Fuensanta envió un ejército de demonios hermosos y dorados a tentar a vírgenes y misioneros. Así, cosechó en los vientres de las nativas la semilla del mal y transformó el compromiso evangelizador en una liturgia de actos perniciosos y abominables que acabaron con todos los habitantes del lugar.
En su vejez, María Fuensanta se retiró a la soledad del hielo y a su muerte, grandes aludes sepultaron su cuerpo y dejaron a la vista una ciudad de oro que emergió de la nieve.
Ilustración: Nicoletta Ionescu
Apuesta de enero para ENTC, frase inspiradora: Tras su rastro por la nieve.