sábado, 2 de diciembre de 2017

Madame Dubois. Un ser mágico en el tercero izquierda.

El despertador da las instrucciones: abrir los ojos, aunque los dos llevan un buen rato desvelados. Girarse ambos para adoptar la postura de la cucharita, una forma más de estimular el cariño y la ternura, porque poco más puede hacerse un martes a las siete de la mañana. Dar un suspiro, largo y profundo, que cesa con la alarma cuarto milenio.


El despertador, incluso apagado, sigue marcando los tiempos. Ella se levanta, más enérgica, él con movimientos aún soporíferos, de hecho, si de él dependiera, ni se movería de la cama.

Ya en la puerta, la vuelve a besar, pero sin mirarla a los ojos, le da vergüenza. A los niños los dejará en el colegio y promete no acabar en el bar con el resto de los compañeros despedidos.

Ella, acelera, sube las camas plegables, esconde los muñecos de peluche, cubre las paredes con un mural de papel que cae del techo con pirámides y constelaciones, enciende el incienso, coloca la mesa lejos de la ventana, en la penumbra, y la bola de cristal en el centro. El timbre suena a las nueve en punto, entonces, se ajusta la túnica, el falso ojo de cristal y abre la consulta.

Participación en la web ENTC,para el tema "seres mágicos

2 comentarios:

  1. Relato "macedónico". Me explico: deja un montón de sabores de boca diferentes a la vez.

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  2. Interesante esa mujer que se vuelve adivina en aras de un trabajo, que su marido no consigue.

    Detrás de cada adivino, quién sabe qué late. Un abrazo

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