¡Cuánta fuerza y qué poca puntería! ¡Alma de botijo! Le gritó aguda estrellando sus caderas por el pasillo.
-De cántaro-le corrigió-.
- ¡Y qué!, los dos están huecos como tu cabeza y tu miembro. Otro análisis negativo. No sé de qué te sirve ese corpachón de semental. Dice la boticaria que el problema va a ser tuyo. Que Dios te ha castigado por salirte de cura -y a él se le anocheció el rostro-. Esta noche, cuando me suba la temperatura abisal repetiremos la postura del predicador.
-¡Misionero!-. Y resignado dejó caer de su mano la pastilla azul que, según la boticaria, le daría otra oportunidad.
¡Cuánta fuerza y qué poca puntería! El secreto está en el equilibrio como en todas las cosas importantes de la vida. Hay que apretar los dientes, no mover las alas y sujetar el arco y las flechas con firmeza en el momento del disparo. Deberían haberte enviado unos años antes. A volar y a disparar se aprende mejor cuanto más joven. Ya sabes, los reflejos, la capacidad de respuesta y sobre todo la intuición y la inocencia. Has vuelto a disparar a su marido. Está girando el coche en dirección a la casa, irá directo al dormitorio con la intención de reconciliarse y los pillará desnudos.