He llegado a casa, a
mi casa de siempre, con mis muebles de siempre, mis mandos a distancia, el agua
corriente y el supermercado. He llegado a casa y solo pienso en volver a sus
ciudades ruidosas y a sus coches atestados de gente transitando carreteras
polvorientas.
He vuelto a casa y mi corazón busca la bravura
del río, la bondad de sus habitantes y la protección de sus dioses. Necesito su
música, el ritmo y la cadencia del dromedario, el fraseo de la serpiente y el
compás de las estaciones húmedas.
Si no vuelvo
olvidaré cómo leer el horizonte y las variedades del té. Dejaré de tropezar con
los tesoros de agua potable y los lugares donde la mitad de la gente piensa que
todo irá bien, y la otra mitad cree en la magia.
Sueño que el viento
me transporta a fronteras de mil dialectos y arena tibia donde los pies no se
queman y las heridas las cura la tradición oral. Sueño con el tacto de sus
ropas tintadas en el cielo por fuegos artificiales.
Aquí, en mi casa, no
siento la huella de la independencia, no me enfrento a miradas de asalto
felino, ni me levanto con la amenaza de
hambre. Mi boca necesita el sabor explosivo de sus comidas escasas y el
hallazgo de aquello que les provoca la risa.
Ni siquiera he
desecho mi equipaje. Mañana prepararé todo para volver a cualquier lugar de
África que me envíe mi voluntario ser.
Nota: Una de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África y reenviado a ENTC
Nota: Una de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África y reenviado a ENTC