Disfrazado de vendedora de manzanas, con la corona calada hasta las
cejas y el cofre repleto de preferentes, tóxicas y algo de oro, montó en su camello e inició la marcha.
Los Dioses le habían confiado el
secreto del código GPS de la Estrella y guiaba
con determinación la comitiva.
Gaspar le siguió sin rechistar y aunque
de mala gana, aceptó una nariz de madera larguísima, bermudas con tirantes y un gorro ridículo. En
su cofre, sobres con dinero e incienso.
Nervioso me ajusté la caperuza
roja, tiré la mirra y hui del Lobo Feroz que ya estaba dando buena cuenta de mis
amigos.