Y tú para de leerme la mente, maleducado-le grité-nunca adivinarás hacia
donde voy a correr porque no voy a huir.
Para también de mirarme
las tetas y de empujarme con la porra. Me acosáis delante de mis hijos, nos
empujáis y nos sacáis a rastras, el pequeño aún lleva el mando a distancia en
la mano.
Más arriba, lo vi, sobre
el tobogán del parque, el concejal junto al director de mi sucursal dio la
orden bajando su brazo.
Cuando oí la palabra “Carga”
que salía oscura desde el interior del casco, reconocí su voz. No le importó
que aún fuéramos su familia y su casa.