Nada sucede
por azar, siempre hay fuerzas superiores que nos dirigen, o así lo creí aquella noche encerrado,
accidentalmente, con Marta en el establo.
Atraídos
como planetas fuimos desnudando anillos con la vergüenza del inexperto pero con
el atrevimiento del adolescente descubridor de nuevas galaxias.
Dibujamos
en nuestros cuerpos temblorosos y desnudos trazos de un imaginario mapa estelar
del placer y sobre los tallos de paja hundimos posturas y formas que simulaban nebulosas
astrales. Nuestros ojos emitían partículas de luz y exhalábamos gemidos que
atravesaban la velocidad del sonido.
Nota: Presentado a micros de Radio Castellón.