Como sombras disipadas por un nuevo amanecer caen, veloces, los cuerpos sin adiestrar de los novatos hasta convertirse en acrobáticos puntos de fuga de una perspectiva aérea. Supuso que todos, en sus primeros movimientos, repetían lo aprendido minutos antes en la charla del instructor que no dejó de sonreír a su esposa: “en la caída libre intenten abrazar las nubes, saboreen el ácido de la adrenalina y disfruten las intensas emociones que una aventura como ésta puede asegurarles”.
Recordaba sus palabras cuando tiró de la primera anilla y nada. La segunda tampoco funcionó. Tuvo sólo algunos segundos para reprocharle a su mujer que le regalara "una experiencia única".