Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado el comisario me felicitaba por mi integridad profesional y humana. “Acabaremos otorgándole una medalla”, comentó. En esta ocasión, le referí que no pude negarme por ser otro el contenido. No había, como de costumbre, un fajo de billetes destinado a comprar silencios. El documento, según el confidente, delataba al verdadero asesino del alcalde.
El comisario leyó atentamente los papeles.
-¿Sospecha que haya copias?, me preguntó. Juré que era el único original y entonces, sonriéndome cómplice, empezó a quemar, una a una, las hojas de la agenda al tiempo que me pidió que saliera del despacho y mantuviera el secreto profesional.
Imagen: Cuadro de
Fernando del Castillo miembro de la Asociación ALISOS.