La vergüenza
que nos ganamos aquella noche, en cambio, nos acompañaría para siempre y la única forma de sacarla de nuestra mente
era, como hizo el capitán, meterse una pistola en la boca y dispararse para que pudieran escapar, por el agujero de
la cabeza, el bochorno, la humillación y
el amargo recuerdo de la huida.
Los cadáveres
se hacinaban como sacos terreros conteniendo un río de sangre y los
ángeles de la guarda, mutilados, se liberaban a golpe de sable de los cuerpos para
emprender, en bandadas, su viaje de
regreso. Mientras, nosotros, los atemorizados, los cobardes, pasamos la
vida escondidos en las noches sin sueño donde todo alcanza una magnitud
considerable.
Apuesta REC (Relatos en Cadena) de la SER, semana 20.Frase obligatoria: "La vergüenza que nos ganamos aquella noche, en cambio, nos acompañaría para siempre"