He decidido recogerlos y hacerlos realidad. Algunos serán difíciles como el de José que desea pasear de la mano de Marita después de haber atropellado a su perro con la bicicleta.
Otros los cumpliré en menos que canta un gallo porque son pequeños y comunes: los que piden un beso por la mañana, alguien que los escuche, aquellos que quieren volar o caer al vacío como mi padre que, en su pesadilla, gritaba desde el puente, que no quería volver y el de mi tío que cada noche soñaba con mi madre embarazada.