
Había
pasado por el primer piso, a máxima velocidad,
en picado, pero ya en silencio,
aceptando su destino inminente, sin gritar, vencido, con los brazos abiertos en
forma de aspas y las palmas de las manos
extendidas, en un último intento de poder llegar a volar a golpe de ala.
En un
plano anterior, a la altura del tercer piso, intentó salvarse y maniobró dos rizos looping para agarrar la cuerda del tendedero que se rompió y le bordó un lazo mortal que le
seccionó el cuello.
Más
arriba, desde la terraza, su mujer, la
maestra de ciencias, madre de sus hijos y monitora de vuelo aficionada, le dio
el empujón que todos necesitan la primera vez. Tranquila, miró cómplice a sus vecinas segura de que le guardarían el secreto.
Nota: Este relato ha sido Finalista del "II Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro" el pasado 28 de Mayo de 2015.