En
cuestión de segundos se estrelló contra el suelo derrotado en su batalla contra
la gravedad. Quedó demostrado que ninguna de las partes de su vertebrado cuerpo
era hueca, a excepción de su cabeza, de
la que, tras el impacto, manó un hilo bramante de sangre sólida que circuló por
el asfalto de la calle principal de nuestro barrio, en línea recta,
hasta la alcantarilla de la esquina.
Había
pasado por el primer piso, a máxima velocidad,
en picado, pero ya en silencio,
aceptando su destino inminente, sin gritar, vencido, con los brazos abiertos en
forma de aspas y las palmas de las manos
extendidas, en un último intento de poder llegar a volar a golpe de ala.
En un
plano anterior, a la altura del tercer piso, intentó salvarse y maniobró dos rizos looping para agarrar la cuerda del tendedero que se rompió y le bordó un lazo mortal que le
seccionó el cuello.
Más
arriba, desde la terraza, su mujer, la
maestra de ciencias, madre de sus hijos y monitora de vuelo aficionada, le dio
el empujón que todos necesitan la primera vez. Tranquila, miró cómplice a sus vecinas segura de que le guardarían el secreto.
Nota: Este relato ha sido Finalista del "II Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro" el pasado 28 de Mayo de 2015.